viernes, septiembre 02, 2016

AH

En el instante de las
                                 [ruinas.
En el instante de las dudas,
la luz fermenta en
                             [el limo negro.
Esa luz que aún respira
Y nos respira.

Antonio Colinas

miércoles, agosto 03, 2016

Tierra Nativa

"Es la luz misma, la que abrió mis ojos 
toda ligera y tibia como un sueño, 
sosegada en colores delicados 
sobre las formas puras de las cosas.
        El encanto de aquella tierra llana, 
extendida como una mano abierta, 
adonde el limonero encima de la fuente 
suspendía su fruto entre el ramaje.
        El muro viejo en cuya barda abría 
a la tarde su flor azul la enredadera, 
y al cual la golondrina en el verano 
tornaba siempre hacia su antiguo nido.
        El susurro del agua alimentando, 
con su música insomne en el silencio, 
los sueños que la vida aún no corrompe, 
el futuro que espera como página blanca.
        Todo vuelve otra vez vivo a la mente, 
irreparable ya con el andar del tiempo, 
y su recuerdo ahora me traspasa 
el pecho, tal puñal fino y seguro.
        Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
tierra nativa, más mía cuanto más lejana? "


Luis Cernuda.

miércoles, diciembre 23, 2015

El Mundo es nuestra herencia

Considérate vivo y ponte en cura, 
lo restante no importa.
Basta cambiar de sitio la alegría
que nadie tiene.
Ahora
ponte a hacer el amor.
La primavera
está siempre esperando,
aunque nos toca
alguna hambre del mundo en el reparto,
y una extraña congoja
hace que nuestros huesos, de repente,
entierren el amor sobre la alfombra.
Considérate vivo; es suficiente,
basta vivir como quien da limosna,
basta ponerse en marcha y que la vida
cobre su transitoria
y pujante verdad:
todo esta siendo
cuanto ha podido ser:
las mariposas
no son estrellas: vuelan
un solo día de sol y se deshojan.
No elijas tu camino: no hay caminos,
la luz es luz como la sombra es sombra,
considérate vivo y ponte en cura,
lo restante no importa.
Hay quien entierra el mundo poco a poco
y en la playa, cansado, el mar se ahoga.
No esperes un milagro que te quite
del pecho esta congoja;
no hay nada ya que preguntar, no hay nada
que responder,
hay cosas.
¿Las ves? Míralas bien, pues las palabras
son lluvia sobre el mar.
Como una copa
de vino hay que beber
la vida gota a gota,
porque la angustia embriaga como el vino,
hasta poder decir:
llegó la hora,
no sabemos de qué,
no lo sabemos
ni lo hemos de saber, pero no importa
ha llegado y es todo: nos empuja;
es nuestra y nos conforta.
Considérate vivo y no preguntes
lo que tienes que hacer:
llegó la hora.

Luis Rosales

miércoles, julio 15, 2015

New Horizon



Sondea esta noche el hombre
La sima ignota de nuestra galaxia
Cincelando a martillo y ciencia
Su sed de un nuevo horizonte

Pero Amor. Plutón no esconde
En la oquedad de su masa fría
El sentido a nuestras vidas
O ese infierno necesario

Te observo, mi níveo lucero
Como Plutón a Caronte
Y te siento y en mi alma lamento
No ser satélite, misil ni barquero
Ni poder ser un haiku de Issa 
Que gravite, nimio, hasta tu cuello.

jueves, enero 30, 2014

El día de cambiar las sábanas

Siempre la espero en la misma estación.
Sólo me quiere un día a la semana
El día de cambiar de las sábanas.
A mi me crujen los huesos de amor.

Hay autobuses que no llevan a ningún buen sitio.
Son de largo los más divertidos.

Llega y la beso con dulzor en la mejilla.
Pienso en todo lo que le haré y le haría
Pienso -me pierdo-, es una broma
Sabor delirio y vainilla.

Hay niñas con las que es mejor no cruzarse.
Son de largo las más divertidas.

1,75
Gafas retro
Y dos rastas amarillas.
Aparece y siento sonar al maestro Blades:
Qué sorpresas te da la vida.

Hoy vas a tener que darme aún más fuerte.
Cuenta con ello, pequeña mía.

Vamos al lecho y la empujo
Violento sobre las sábanas limpias.
Solo entonces olvido, confieso,
Los seis días y medio que yo no la tengo.

Hay historias que es mejor no creerse.
Son precisamente las que tumban doctrinas.  

Siempre la espero en la misma estación.
Sólo me quiere un día a la semana
El día de cambiar de las sábanas.
A mi me crujen los huesos de amor.

RECUERDOS CAPRICHOSOS

viernes, noviembre 29, 2013

la retirada

esta temporada ha acabado conmigo.

me siento como las tropas alemanas
azotadas por la nieve y los comunistas
marchando encorvadas
con periódicos embutidos en
botas gastadas.

mi estado es igual de terrible.
tal vez más.

la victoria estaba tan cerca
la victoria estaba ahí.

cómo se ponía delante del espejo
más joven y hermosa que
ninguna mujer que haya conocido jamás
a peinar metros y metros de pelo rojo
mientras yo la miraba.

y cuando venía a la cama
estaba más hermosa que nunca
y el amor era muy muy bueno.

once meses.

esta temporada ha acabado conmigo.

es un largo camino de vuelta
¿y de vuelta adónde?

el tipo delante de mí
cae.

le paso por encima.

¿lo ha tumbado ella también?

HANK (love is a dog from hell)

martes, septiembre 17, 2013

domingo, julio 14, 2013

Navaja Sentenciosa

El que se desprecia a sí y desprecia al mundo, sabe ser despreciado. Despreciar el mundo y sentir ser despreciado del mundo, es ser más soberbio que el mundo. Despreciar el mundo para ser despreciados de él, es ser perfectos.

miércoles, julio 10, 2013

Pequeña Serenata Diurna

Soy feliz
soy un hombre feliz
más quiero
que me perdonen
                           por no escribir.


lunes, marzo 04, 2013

LA CANCIÓN DEL CROUPIER DEL MISSISSIPI


«Fifteen men on the Dead Man's Chest.
Yahoo! And a bottle of rum!» (Canción Pirata)

Fumo mucho. Demasiado.
Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
y oigo pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces
de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre,
y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre,
sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé.
Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan.
Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio
y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo
y que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos,
este delirio en Veracruz, y que este
país es cierto este lugar parecido al Infierno,
que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno
es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo que estar borracho es no estarlo
toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte,
es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión
ni otro espasmo que este del vino
y ningún otro sexo ni mujer
que el vaso de alcohol besándome los labios
que este vaso de alcohol que llevo en el
cerebro, en los pies, en la sangre.
Que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
—ginebra y cerveza, por ejemplo—
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido
pero lo mío es como en «Dulce pájaro de juventud»
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre «Le livre des masques» de Rémy de Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio.
Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros
y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y
acechando en las esquinas
«Fifteen men on the Dead Man's Chest
Fifteen men on the Dead Man's Chest
Yahoo! And a bottle of rum!»

martes, octubre 16, 2012

De Schelling a Hegel

"[...] La poesía alcanza así una más alta dignidad; vuelve a ser al fin lo que era al comienzo: la maestra de la humanidad... Necesitamos una nueva mitología, pero esa mitología ha de estar al servicio de las ideas, ha de estar al servicio de la RAZÓN. Mientras no hayamos transformado las ideas en obras de arte, es decir, en mitos, carecerán de interés para el PUEBLO; inversamente, mientras la mitología no sea racional, la filosofía se avergonzará de sí misma."

Carta de Schelling a Hegel, 1796

jueves, septiembre 27, 2012

HERÁCLITO


El segundo crepúsculo.
La noche que se ahonda en el sueño.
La purificación y el olvido.
El primer crepúsculo
La mañana que ha sido el alba.
El día que fue la mañana.
El día numeroso que será la tarde gastada.
El segundo crepúsculo.
Ese otro hábito del tiempo la noche.
La purificación y el olvido.
El primer crepúsculo…
El alba sigilosa y en el alba
la zozobra del griego.
¿Qué trama es esta
del será, del es y del fue?
¿Qué río es éste
por el cual corre el Ganges?
¿Qué río es éste cuya fuente es inconcebible?
¿Qué río es éste
que arrastra mitologías y espadas?
Es inútil que duerma.
Corre en el sueño, en el desierto, en un sótano.
El río me arrebata y soy ese río.
De una materia deleznable fuí hecho, de [misterioso tiempo.
Acaso el manantial está en mí.
Acaso de mi sombra
surgen, fatales e ilusorios, los días.

J. L. Borges.

sábado, septiembre 08, 2012

A Antón Goenechea, el virginiano

Antón, Amigo. Te fuiste ayer
y aún no has venido.
Recorriste mil calles,
Antón Amigo,
con tus playeras de skater
y tu pose alegre, de aventuro perdido.

Más siempre supiste
como siempre has sabido,
que Nosotros,
todos los que sin serlo,
en Madrid Hermanos fuimos,
leímos tus pasos, te fuimos testigos.

Y así los treinta
sin más te han caído.
Quizás más claro de frente,
puede que más resabido.
más conservas, Antón del montón,
la mirada hermosa y corriente
del vivido en el mundo, Gaditano nacido.

Nosotros, Antón querido,
los que al decir Nosotros rozamos siquiera
la clave maestra del jaque al olvido,
Nosotros, Apoderado, Amigo,
seguimos jugando, fuertes, alegres,
conscientes de que queda partido.

miércoles, abril 18, 2012

Colombia 22

Mi hermana, la preciosa médico, reprende a mamá por papá. Carlota no entiende cómo nuestro padre plantea el ocaso, cómo decide no dar prioridad a la salud en sus últimos años de vida. Se enoja. A veces los médicos parecen no entender que todos vivimos siempre el último año de nuestra vida. A los pacientes como papá habría que sacarlos de la seguridad social, dice. Mi madre escucha y en silencio reflexiona. Yo replico que a los adultos no debe aleccionárseles sobre cómo deben vivir. No entiendo cómo alguien puede no elegir la vida, que la vida no sea lo más larga posible, contesta ella. Mi hermana es tan hermosa y tan fuerte. Está tan viva. La quiero más que nunca. Su valor ante todo contagia; me provoca un irracional orgullo congenito. Imar está a la altura. Es quizás el mejor hombre del mundo. El parlamento de la niña disuade la tentativa de los huevos rotos con chistorra como plato fuerte de la cena. Ya hemos tenido suficiente colesterol en Los Lajares, papá. Mejor secreto.

En el Quebeque de Guanarteme nos mojamos con el vino en el análisis de la amistad. De algún modo se vislumbran los bordes de un clan, de una visión, de un todo. Las lágrimas de pronto asaltan los ojos de mi madre. Casi puedo entender el sentido del mundo al verla tan a flor piel. Me desprecio por todos y cada uno de los momentos en que la he hecho sufrir. Nunca se debe ser cruel con una madre. Vibro y me expreso sin catar el secreto. Hablo y hablo, chispeando en conatos de axiomas o paradigmas, con esa facilidad que tenemos con intermitencia los traficantes de palabras. Es hermosa mi familia. Mi padre, tan serio y enorme, con su níveo cabello ya ralo y sus severas lentes de montura carey. Siempre ha sido huevón e inteligente. Ahora, es incluso afable. Uno de sus principales talentos es recabar información y ser frío en el análisis. No se cuida, de acuerdo, pero entiende de qué va esto. En la amistad, el enfoque lo es todo, dice. A quien creíamos un hermano puede dejar de serlo; no deja de serlo aquel que lo es.

Regresamos a casa un poco cocidos por el vino y el ron del postre. Tengo la sensación de no haber comido mucho, pero sí de haberme alimentado. La marea luce alta en Las Canteras. Alta observa la Luna. La familia es la clave. La explicación. El fin. El medio. Soy indudablemente afortunado. Un suertudo accidente de la entropía genética. Mi hermana camina a mi lado. Agarra mi brazo y me susurra que mamá tiene mala cabeza. Ella siempre tan exigente. Cada día se parece más a su madre. Es muy emocionante retenerlos a todos. Nada posee más elevado sentido. Sólo y tendido en la cama de aire escribo este cuento. Me gustaría poder abrazarlos, pero ahora están durmiendo.

sábado, abril 14, 2012

Mensaje de un hombre muerto

Estoy muerto. Lo sé desde los doce años. Soy un hombre muerto. Es una desgracia; no es una broma. Todo cuanto veis es como mucho un holograma, la azarosa configuración fruto de un caleidoscopio polimorfo. Es duro estar muerto. Cuando estás muerto no solo sientes que cargas sobre tus hombros con el peso de los siglos. Cuando estás muerto eres también consciente de una insobornable negación del futuro. A veces me pregunto cuantos seres muertos habitamos la corteza del planeta. Tengo la sensación de que no se nos tiene demasiado en cuenta. De niño, cuando aún era una criatura viviente, a menudo me desnortaba en las clases de historia. Poseía una natural inclinación hermenéutica. Por ejemplo, imaginaba que era un tartesso, vasallo de Argantonio el plateado, y que había venido del futuro. Es manifiesto que la omnipresencia y la omnipotencia en cualquier dimensión espacio-temporal son don exclusivo de los niños. Fabulaba con que mi consejo era el arma secreta del monarca y que fui la clave diplomática en la concordia alcanzada con los fenicios. Una vez dada por buena mi tarea me transfiguraba de nuevo en el niño que era, para, pese haberme perdido más de media clase de la señorita Julia, estar para siempre convencido de contar con una explicación historiográfica irrefutable al amor de mis padres y, por ende, a mi presencia en el planeta.


Como veis no siempre fui un hombre muerto. Cuando vivía quería ser historiador. Imagino que tal vez, en algún momento de la eternidad, alguien del futuro querrá hablar conmigo. Puede que entonces lleve tanto tiempo muerto, que el pobre iluso encanezca escuchando una sarta de historias repetitivas e incoherentes y puede que tres buenos consejos. Comprenderéis, que no sea yo quien ponga en tela de juicio que es aconsejable escuchar a los muertos. Lo que más me llama la atención desde que fallecí, es la insistencia que tienen todos los muertos en intentar parecer vivos; su obsesión por permanecer. Es por eso que los muertos somos más productivos y consumimos menos que los vivos. Pese a que cohabitamos, los vivos no son siempre capaces de ver y escuchar a los muertos. A los vivos siempre les han preocupado mucho las cosas y les obsesiona el paso del tiempo. No son esas, sin embargo, las ansiedades de los muertos. No es que lo muertos no tengamos agenda ni calendario, sencillamente el tiempo es algo tan íntimo como tus partes cuando estás fiambre. Los muertos no tienen vacaciones, ni tampoco tienen voto más allá de la jurisdicción de su propio osario. Tampoco tienen pasaporte y vagan una vez tras otra por todos los confines del mundo. Nunca tienen planes, siempre, recuerdos. La mayoría de los muertos disfrutan el silencio, pero reconocen en la música la mayor de sus debilidades. La música, excelsa memoria del sonido. No debe extrañaros cuando un hombre muerto decide permanecer definitivamente en silencio. De hecho, antes o después todos lo hacen. Son muy pocos los muertos cuya voz impugna la sentencia de lo eterno (compete a Cronos el fallo final en el contencioso). A casi todos nosotros, sin embargo, nos tocará en algún momento cerrar el pico. Al fin y al cabo lo tenemos claro. Quizás sea por eso que estamos muertos.


Os mando un saludo desde éste, mi limbo zombie. La cocinera está maciza y no hay ninguna mujer viva que prepare mejor las alcachofas al horno. Decidle a mamá que me abrigo aunque sea abril, y que combato con Magno el olor a putrefacto. No perdáis la cabeza tratando de ajusticiar mi asesinato. Sé de buena tinta que son cosas que pasan. Disfrutad lo que os quede. Por aquí os espero.

viernes, noviembre 11, 2011

Ese que canta

-Ahí viene ese que canta-
dicen al verme pasar
las señoras en la plaza.

-Ahí viene el pajarillo-
me sonríen si las observo
y risueño, prosigo mi trino.

Yo canto señoras
y cantando así no me olvido
de que hay una voz 
que late en mi pecho
de que el que canta
aún está vivo.

jueves, octubre 27, 2011

Tardor

Avanzas otoño y claudican
las hojas con tus vientos.
Ofreces tu mejilla triste,
violeta tu cara de ninfa.

No estés triste buen otoño.
Eres sabio y eres tiempo,
soberano de edredón y almizcle.
Amarillo y ocre, buen otoño.

Soplan níveas tus caricias
nodriza roja de los inviernos.
La estival desnudez revistes
mesa camilla de la nostalgia.

No estés triste viejo otoño.
Eres olvido y también recuerdo,
sátrapa que la luz desdice
bueno, viejo y triste otoño.

martes, octubre 18, 2011

Cartas desde Tetuán IV

¡Oh Maestro!

Llevaba unos días debiéndote un verso. Dos años terrestres son poco tiempo en términos astrofísicos para hacer olvidar a un poeta la vivencias que atesora en su caja de zapatos de los recuerdos importantes. La vida ha cambiado bastante desde que te fuiste, la vida siempre está cambiando, cambia tanto o más que el agua de una cafetera. Es consabido que las cafeteras regalan mejor café cuantas más hayan sido las tazas servidas con su brevaje negro. Cuando tú y yo nos juntamos por causas y azares de la amalgama sociológica, ya gastabas un café delicadamente oscuro. He aprendido a identificar el buen café con su solo aroma. En tu caso, superada la fase de tanteo, constaté las excelencias señaladas por tu Flaco proveedor: ''Café Maestro, Café Excelso'' rezaba tu eslogan. Bastaron un par de sobremesas, tres noches pendencieras y no sé cuantas pachangas para que el poeta se declarase FAN de su negruzo sabor algecireño. Cuando te aventuraste en la apertura del mercado aussie, sentí pena amigo; estaba seguro de que nuestros intereses comerciales volverían a enlazarse, aunque no ya de la misma manera. Este verano estuvimos cerca, y si no se dio fue probablemente porque yo andaba sumido en la vorágine a la que pertenezco. A veces parece imposible sobrevivir a la vorágine. Rompí con todo cuando rompí con la Negra, rompí mi propia moldura. Aún hoy ando ensamblando los pedazos con pegamento de barra. La tarea ha sido dura de cojones. Lo del amor de verdad es una apisonadora, un juggernaut con peor pisada que el caballo de Atila. Yo antes no lo sabía. Ahora lo sé. Me vine a Barcelona después de un verano intenso en reencuentros y memorias. Otra mujer loca decidió por mi. Mis defensas son escasas ante el sortilegio femenino cuando es poderoso como una bola de fuego de veinte puntos de daño. Ando en busca de trabajo con telarañas en mis arcas. Bebo mucho café y a menudo me acuerdo de tí, del Flaco, del amigo Antón y del amamonao de Lucas. Sussie me llamó este verano para contarme que se lo había hecho con una ramera y reclamar su lugar en alguno de mis futuros libros. Espero que no le de por reclamar también beneficios. Turkoglu se fue a Londres (cosas del Lock Out) y nuestro Madrid sigue cambiando, con más túneles, bólidos y sevillanos que nunca. Madrid, esa palabra.

No sé que será de mí, pero como los maestros que me enseñaron sabré sobrevivir. Lo que peor llevo es la preocupación de los demás. No la merezco ni la necesito. Tú nunca me has preocupado amigo Vincent. Si todos los hombres de este planeta fueran como tú, habitaríamos posiblemente un mundo mejor. Mantente fuerte y siempre que sea necesario regala tu café. Aquí estaremos para beberlo solo y despacio. El mundo es nuestro.

lunes, octubre 17, 2011

...y la vida va

Detente aquí caminante
Vengas de donde vengas.
Aquí hay botellas
Y hay vasos,
Hay una vida
Hay una tierra.

Detente aquí caminante
Sea cual sea tu comedia.
Aquí habrá botellas
Y habrá vasos,
No habrá querellas
No habrá quejas.

miércoles, agosto 03, 2011

Summertime

Summertime and the livin’ is easy
Fish are jumpin’ and the cotton is high
Oh your daddy’s rich and your ma is good lookin’
So hush little baby, don’t you cry
One of these mornings
You’re goin’ to rise up singing
Then you’ll spread your wings
And you’ll take the sky
But till that morning
There’s a nothin’ can harm you
With daddy and mammy standin’ by

viernes, junio 03, 2011

Hey You

Hey you, out there in the cold
Getting lonely, getting old
Can you feel me?
Hey you, standing in the aisles
With itchy feet and fading smiles
Can you feel me?
Hey you, dont help them to bury the light
Don't give in without a fight.

Hey you, out there on your own
Sitting naked by the phone
Would you touch me?
Hey you, with you ear against the wall
Waiting for someone to call out
Would you touch me?
Hey you, would you help me to carry the stone?
Open your heart, I'm coming home.

But it was only fantasy.
The wall was too high,
As you can see.
No matter how he tried,
He could not break free.
And the worms ate into his brain.

Hey you, out there on the road
always doing what you're told,
Can you help me?
Hey you, out there beyond the wall,
Breaking bottles in the hall,
Can you help me?
Hey you, don't tell me there's no hope at all
Together we stand, divided we fall.

P.F

jueves, junio 02, 2011

Cartas desde Tetuán III

Flaco,

Ayer fue un día especial. Uno de eso días que uno sabe en el mismo instante que se está viviendo, que la vivencia, esa materialización espacio temporal que experimenta cada persona de manera genuina, tiene un aire trascendente. Fran cumplía treinta y tres años y nos citó en el parque de Eva Duarte de Perón. Había montado una merienda a la antigua usanza en una zona de recreo con esas mesas de metal con bancos donde los mayores se sientan a echar un mus o un tute mientras disfrutan de la altruista compañía de otros mayores. Gozando la espera.

El Franchu lo tenía todo listo: sus medias noches, sus sándwich de nocilla, su empanada, su tortilla de papas, sus Cruzcampos bien frescas. Colgó unos globos en algunas ramas y nos surtió de gorros de cartón a lo Master and Commander.  El año pasado lo habíamos pasado bien. Era oportuna la idea de repetir. Le regalamos unos libros de Bolaño y Calvino (no hay tiempo para leer basura). El año pasado le compré y dediqué The Humbling, de Philip Roth, y desde entonces Fran había manifestado una extraña inclinación hacia el melodrama kitsch que el reconocía poco afortunada. Esta vez no le dediqué los libros. Con Alina todo fue cordial; de algún modo me alegraba de verla. Ella seguía siendo ella y yo seguía siendo yo. Vinieron la X y la Euge, y el Mejicano y su prometida con fundas en los dientes, según me apuntó Juan con ojo clínico cuando se marcharon a cenar como le gusta al Cuate. Los Velázquez-Gaztelu, y Bea, nuestra Bea. Lo más bonito de todo Madrid. También vino gente nueva lo que siempre es de agradecer.

El verano se acercaba frío, advirtiéndonos. Yo pensaba en si era verdad el rumor de que en la acampada de Sol había una plaga de piojos. El taxista y el Mejicano no me parecían las fuentes más fiables. El problema no eran los piojos, estaba claro. Algo está azotando la conciencia colectiva. La gente quiere decir lo que piensa y no es menester despreciar el hecho de que pueden, pero al personal le gusta la acción. No tienen culpa. En todo caso es culpa de Hollywood y de la Historia. Entiendo a quienes creen que las palabras no bastan. Aunque a mi me basten.

Currito y Fran bajaron unas sudaderas de casa. Parecía primero de febrero y no paraba de zampar para que mi cuerpo no se enfriara. No tengo ni idea de si existe alguna correlación entre la ingesta de alimentos y la sensación de tener el espinazo helado, pero al menos si estás comiendo te acuerdas menos de que tienes frío. Expliqué a la prometida del Mejicano, cual paladín de la concordia entre pueblos, que hasta el cuarenta de mayo, uno no se quita el sayo en España. Que fuera inglesa explicaba lo de las fundas.

En una de esas, estábamos Juan, Bea, tú y yo. Ambos me reprochabáis mis continuas ausencias: Bea dijo si no te vemos en Madrid ánda que te vamos a ver ahora que vuelves a Sevilla. Vosotros sois a la gente que yo veo más allá del trabajo, dije yo, así que imagina lo mucho que me muestro. Me miraste con todo el rencor que puedes tenerme. Sabías que me marchaba. Que había llegado ese momento del que algunas tardes habíamos hablado. De algún modo siempre supimos que juntos podríamos; sin embargo, hacia ya un tiempo que yo había caído. Es amargo el sabor de lo irrepetible, querido Avalista. Se hizo el silencio para mí y me concentré en esa revelación que esconde el fin de todo episodio. Me quedé conmigo mientras el ágape continuaba. Fran había soplado las velas sobre una tarta que parecía un donut grande. Juan se me acercó. Puedo decirte exactamente lo que estás pensando, me espetó mientras sondeaba mis ojos con los suyos lúcidos. Sólo es feliz quien es capaz de decir adiós, prosiguió. Realmente sabía quién era yo el muy cabronazo. Yo me sabía el hermano que de sangre no tuvo. Se humedecieron mis ojos y no me acuerdo qué contesté; estaba demasiado preocupado porque nadie percibiera el rubor que me nacía. Tal vez yo fuera un caminante, serio y callado al mismo tiempo. Siempre diciendo adiós.

Recogimos y salimos del parque. El frío se hizo sentir de nuevo pero a Fran no parecía erizarle el bigotazo que se había trabajado para la ocasión. Qué buenos tiempos hemos pasado. Con disciplina escribiría una trilogía. Antes de llegar a la esquina donde está el bar Sydney, al principio de Cartagena, tu resquemor se tornó en melancolía. Te preocupaba que me fuera sin que volviéramos a vernos una última vez. Nos abrazamos. Y como siempre me alcé sobre mis puntillas para poder estar a tu altura. Tú eras quien siempre habías sido. No tenía la menor duda de volverte a encontrar en el camino.

Hasta luego, viejo.

jueves, mayo 26, 2011

Cartas desde Tetuán II

Querido Juan,

Fui el otro día a una entrevista de trabajo. Me llamaron y puede montármelo para dejar antes la oficina. Fue agradable la sensación de no tener que ocultar a dónde iba ni pedir permiso, la sensación de que fuera innecesaria toda subrepción. Pensé que bien podría ser esto la libertad, en caso de ser cierta su existencia. Tenía curiosidad por ver cómo se movía el mercado laboral (así es que lo llaman). Bajé la calle Bambú y giré a la izquierda. Pregunté a dos chicas nada especiales por el Hotel Foxá y una de ellas alzó la mano derecha indicándome con el índice el camino al desfiladero que había de acercarme a la posibilidad de un futuro mejor. Veía el hotel a tiro de flecha. Encaré el puente de metal dejando a mi espalda pequeños jardines de crujiente césped y pinos refrescantes, escasa naturaleza viva en este páramo de cemento y cristales reflectantes. Caminé sobre el puente y los edificios desaparecieron a mis flancos. Contemplé el espacio ingente que se abría hacia ambos lados. El cielo era azul y hermoso. Hacía calor y me sudaba la frente. Me detuve unos segundos. Miles de coches atiborraban la autovía en ambas direcciones. Era una visión grandiosa y triste. Los había de todas las gamas: camiones, motos, furgonetas; hasta acerté a ver un moderno deportivo descapotable en el que un padre llevaba de copiloto a su pequeño hijito con un enorme casco negro. Pensé he aquí el progreso. Avancé hacia el hotel impresionado por lo extraña que resultaba desde aquella perspectiva de conjunto la brega de todos los seres, uno a uno, por ganarse el pan estos días en la ciudad.

Llegué a la cita con antelación. Sabes que siempre me ha gustado llegar pronto a mis primeras citas; te permite un tiempo de ventaja para escrutar a los parroquianos y decidir cómo hacer aquello que tienes intención de hacer. Mi contacto era Jesús, el tipo de voz grave y parcas palabras que me había telefoneado por la mañana. Créeme si desde un primer momento desconfié de la mesiánica familiaridad del nombre. Me senté en el hall y espere a que vinieran a atenderme. No tenía ni cuatro euros en la cartera así que supuse que lo conveniente sería pedir un refresco mientras me relajaba leyendo la prensa del día. Nadie vino a tomar la comanda, así que sólo leí. En la tele estaba ese famoso presentador que conduce un programa que consiste en cajas: el concursante tiene una caja con la que juega mientras un grupo de gente con tiempo de todas las provincias de España tiene las suyas. Todas las cajas tienen un número. El concursante va ordenando ceremoniosamente a sus compañeros de plató la apertura de todas las cajas, una tras otra, mientras pierde durante el proceso pequeños y grandes botines. Al final sólo quedan el concursante y su caja frente a otro concursante y su otra caja. El show era demasiado simple para ser divertido. Habría ganado en interés con algún arma corta en una de las cajas. La muerte daría veracidad y audiencia a esta ruleta cutre y televisiva.

Aquello se fue llenando de gente. Pude olerme la encerrona; ya sabía perfectamente a lo que había venido. Una jauría de cuerpos de diferentes edades, algunos arreglados, otros no, se adentró en las catacumbas de aquel salón pomposo, desfilando sobre el suelo de mármol con impertérrita indiferencia hacia aquello que no fuera alcanzar el firme objetivo de conseguir un empleo. Me hice el remolón entre los cubículos de aquel recibidor de huéspedes, ojeando grandes retratos de cierta gente de abolengo más que probablemente muerta y algunos extraños códices en hebreo. Al fin llamé a Jesús y di con él; estaba de pie junto a la palaciega escalera que gobernaba la recepción del hotel. Me acerqué con ventaja, midiendo mis pasos, sabiendo exactamente qué diría y replicaría para escapar de aquella historia y volver a casa. A penas intercambios el saludo me presentó al compinche de su izquierda, Alberto, y le conminó a que me acompañara al punto de encuentro. Considerando algunas de las piernas, culos y caderas que se habían contoneado por aquel sitio en los cuarenta y cinco minutos que llevaba esperando, aquello del punto de encuentro no me sonó del todo mal. Alberto y yo anduvimos hasta la escalera trasera que daba entrada a las mazmorras, al punto de encuentro, pero justo antes de bajar el primer peldaño me las hice para hacer entender a aquel tipo que yo no bajaría al punto de encuentro.

- ¿Tienes algún problema?- preguntó.
- Verás amigo, es que a mí, estas cosas en grupo no me van.
- ¿Acaso no quieres un buen trabajo?
- La verdad es que preferiría irme a mi casa (y masturbarme, pensé). En este momento de mi vida ando buscando algo más personal.
- Podemos hacerlo más personal si lo deseas.
Estaba claro que Alberto comisionaba por cada pringao que convenciera para ir al punto de encuentro.
- No te preocupes. Sólo vine a echar un vistazo.

Me despedí con cortesía del fulano y cogí camino de vuelta a casa. Dejé de nuevo el puente a mi espalda. Los coches proseguían su avance sobre aquel torrente de asfalto bajo el cielo azul, infinito, perfecto. Ya en el metro, una universitaria a la que no le vi la cara posó su culo sobre mi brazo mientras yo leía El jamón entre el centeno, creyendo tal vez sentarse en el reposabrazos. La universitaria dejó su culo ahí y yo dejé mi brazo. Salí en Tetuán y encaré la recta al hogar. Tal vez iba a ser difícil encontrar un nuevo trabajo. Tal vez no lo quería. Terminé el libro y me quedé dormido pensando. Qué plaga el hombre, hermano, qué plaga.

lunes, mayo 16, 2011

Spanish Caravan



Take me Spanish Caravan
Yes I know you can...

Cartas desde Tetuán I

A Govinda Ollero,

Hay siempre en la plazoleta en que termina Tablada y empieza Sauco un grupo de chavales que domina el espacio con tensa rareza. Me los encuentro cuando vuelvo del trabajo a media tarde y siguen ahí cuando en ocasiones, a la hora que cae el dios sol, me acerco al chino a proveerme de todo aquello que siempre falta en mi nevera y nunca me acuerdo de comprar. Su número es oscilante; a veces seis, siete, conté once una vez que esperaba a que Currito comprara tabaco en el Cantespino. Se trata de un bonche bastante heterogéneo pero unánime en cuanto a la materialización de lo que muchos convendrían en denominar apestados. Portan con dignidad su pinta de borrachos, yonkis y maleantes. Es gente con la que conviene tratar poco. Esto lo aprendimos de niños en el barrio, cuando los gitanillos de las Tresmil llegaban en sus patrullas de bicicletas a la hora de la siesta, con tamaño apetito de lo ajeno, que no había otra que dejarse calentar la cara con tal de no perder la pelota o la bici. Lo peor era cuando se llevaban la bici. Hijos de perra. Recuerdo que al Pocas le partieron la tocha en la puerta de su casa por no haberse dejado birlar la exquisita montura a pedales que le habían regalado aquellas navidades. Aquello me causó admiración. Hay ideas, deseos, que no perdemos a base de hostias. Si una idea o un deseo es lo suficientemente grande en nosotros, la integridad física, el sufrimiento, la posibilidad del fin, pasan a un segundo plano. No había duda de que Joaquín había demostrado tener un par de pelotas, pero sobretodo, aseveró que la ilusión que albergaba por cabalgar aquella belleza de aluminio era capaz de extraerle todo el valor que poseía en su interior. Lo había convertido en un héroe. 

Tal vez sea la falta de ilusión el blasón que ostentan los chavales de la plaza. Tal vez sean las ilusiones, aquellas que un día nos separaron. Tal vez, amigo, uno deba ilusionarse menos para poder estar con los chavales en la plaza. Tal vez la nostalgia sea el mejor escudo de armas. Tal vez las partidas de Pendragón, los cuentos de Steinbeck y tus arengas sobre Tolkien y Malory me hicieron mucho mal en la infancia. Tal vez sea el genoma de Alonso Quijano, pero sabes que últimamente pienso mucho en el heroísmo, en la génesis del arquetipo. Conozco a verdaderos expertos en la materia como el Capitán Lefascist. Miro al mundo y no veo a Lancelot ni a Gawain, no hay hombres altos ni magos blancos. Extraño el olor a azahar en primavera y a salitre en el verano, la humedad del Río Grande en el invierno, la sacra tristeza del otoño.

Te escribo esta carta desde Tetuán, mi barrio, que no es ninguna pradera que cruce a caballo. Pero no te preocupes; tengo a raya a los fulanos de la plaza. Sabes que puedo dar hostias como panes y que, además, estoy muy loco. Ellos parecen saberlo también. Nos miramos de reojo. Ellos chupan sus latas de medio litro. A mi me espera la mía en casa. Estoy tratando de hacer deporte y de comer bien. Sentía gran necesidad de escribirte una carta en la que contarte mis peripecias por este reino. Es curioso como aquí todos siempre reconocieron mi origen. De algún modo siempre me supe extranjero en estas tierras. Govinda, hermano, qué presente has estado siempre en todos mis pasos. Qué deseo por volver a verte.

viernes, abril 08, 2011

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

viernes, marzo 25, 2011

Erguido frente a todo

Bajo mi cota de bambú
Erguido frente a todo.

Enhiesto ante el recuerdo
Valiente ante el futuro
Erecto ante la vida.

Me yergo
Con higiene postural.
Me extiendo
De uña a uña.

Resistir no es una opción
Cómo vivir
No debe pensarse.

A lo hecho pecho.
Nada de torturas
Nada de lamentos
Persigo la buenaventura.

Bajo mi cota de bambú
Erguido frente a todo.

jueves, febrero 24, 2011

La última gota

Última gota
de la última ola
del océano cósmico.
Perla piadosa
penúltima defensora
de la luz del universo.
Morralla insoportablemente
leve
soberbia marejada.
Siento tan lejos las estrellas.
Temo a la materia oscura.
El ser es un átomo
en la biomasa.
Astrofísicamente nada
de nada.

Sé que hace un día maravilloso
ahí afuera.
Más no es bueno saber
cuando se está en galeras
como organismo asido,
condenado
a perecedera brega.
Poco es la vida.
Aún menos el trabajo.
Mejor no aprender nada
no sea que cese
esta absurda cantinela.
No existen divisas
suficientes para comprar
las estrellas.

miércoles, febrero 09, 2011

تطوان (Los ojos)

Ha vuelto, el muy cabrón. Supongo que cada uno tiene sus cruces. En la tierra de donde vengo se cargan con pasión en primavera. La mía tiene talla guadalupana y talento chupóptero. Hay personas que cuando te las cruzas cuesta que te dejen tranquilo. No estoy seguro de querer estar tranquilo; alguien dijo que estarlo es una bajeza moral. Agradeceré cambiar de intranquilidades. En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos (los mismos). Algo bueno saldrá de esto. Un atardecer contemplando el cielo, un refrescón entre niños ruidosos. ¿Acaso no es esto la vida? El eterno retorno de sinónimo y antónimo.

lunes, enero 24, 2011

La Academia

Ha llegado una lingüista
de la Sorbona
a casa.
Era licenciada en Español,
Lengua
y Civilización.
Ha comentado que no hay poesía
sin métrica, y que de haberla,
es básicamente menor.
También ha dicho
que el cocido
es fruto de
la hermandad
hispano africana
y me he quedado
pensando en
Túnez
y
en los restos
del imperio español.
Saben mucho en la Sorbona.
Mi hermana Blanca estuvo allí.
La chica no había comido
cocido
en su vida,
pero parecía
apasionada
con Hugo y Rimbaud.
¿Escribes?
Le pregunté.
No tengo la capacidad.
Respondió.
Me acordé de ti
Anfibia
y de tu veneno.
Lo lamento.
No soy capaz
 de escribir cartas
 en Alejandrinos.

REMORDIMIENTO EN TRAJE DE NOCHE

Un hombre gris avanza por la calle de niebla;
No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vacío;
Vacío como pampa, como mar, como viento,
Desiertos tan amargos bajo un cielo implacable.

Es el tiempo pasado, y sus alas ahora
Entre la sombra encuentran una pálida fuerza;
Es el remordimiento, que de noche, dudando,
En secreto aproxima su sombra descuidada.

No estrechéis esa mano. La yedra altivamente
Ascenderá cubriendo los troncos del invierno.
Invisible en la calma el hombre gris camina.
¿No sentís a los muertos? Mas la tierra está sorda.

Luis Cernuda. Un río, un amor.

miércoles, enero 19, 2011

El nuevo

Viene contento
el nuevo
la sonrisa juntándole los labios
el lápizfaber virgen y agresivo
el duro traje azul
de los domingos.

Decente
un muchachito.
Cada vez que se sienta
piensa en las rodilleras
murmura sí señor
se olvida
de sí mismo.
Agacha la cabeza
escribe sin borrones
escribe escribe
hasta
las siete menos cinco.
Sólo entonces
suspira
y es un lindo suspiro
de modorra feliz
de cansancio tranquilo.

Claro
uno ya lo sabe
se agacha demasiado
dentro de veinte años
quizá
de veinticinco
no podrá enderezarse
ni será el mismo
tendrá unos pantalones
mugrientos y cilíndricos
y un dolor en la espalda
siempre en su sitio.
No dirá
sí señor
dirá viejo podrido
rezará palabrotas
despacito
y dos veces al año
pensará
convencido
sin creer su nostalgia
ni culpar al destino
que todo
todo ha sido
demasiado
sencillo.

viernes, enero 14, 2011

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible

Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las tazas inmóviles, la
posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste
de la sosa cáustica.
Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

Antonio Gamoneda

jueves, enero 13, 2011

Máxima I

Cuando lo tienes todo, puedes perderlo todo. Entonces, no tienes nada más que perder.

miércoles, enero 12, 2011

La vida en la frontera no espera



A veces sopla un viento triste y frío
los día son igual que una condena
de noche se oyen voces que murmuran
un nombre donde solo hay silencio.

Si cruzas por aquí, se precavido
si alguien te sale al paso no le des la espalda
es bueno hallar con quien hablar a veces,
pero es mejor callar cuando es preciso

No sueñes con el final del camino
pues ya, maldita sea, otros aguardan
para tomar su parte y ganarte
la mano sin moverse del sitio.

La vida en la frontera no espera
es todo lo que debes saber.

Hay hombres con mirada que fulmina
como el rayo penetra en carne viva
si matas generas un espectro
que siempre ya persigue y acecha.

Bailan las mujeres en la hoguera
desnudas con el rostro cubierto,
aquella que concibe tu hijo también
acaba con las voces de lo incierto en tí.

Si tienes que jugártelo a una carta
ve de cara al decir tu palabra,
pero antes de que el eco la repita
dios y el diablo te ayuden a estar lejos.

La vida en la frontera no espera
es todo lo que debes saber.

Radio Futura

lunes, enero 10, 2011

Tres de dudas

Cavilaba bajo la silueta de enormes hojas de árbol color bombilla, el tercero de enero, con el culo frío por el mármol que es banco frente a las letras doradas incrustadas en los adoquines que firma Nicolás Fernández de Moratín, en la agradable calle de Huertas. También mata la muerte en las fiestas cristianas. También dan las iglesias misas de difuntos en navidad, y allí van los que nos quisieron a despedirse y algunos piensan - qué jodidamente corta es la vida y que solo se muere uno-. 

Las hordas invaden el centro de la ciudad amasando cosas y más cosas, y plástico y papel, y se chocan unos con otros y se insultan y creen ser fuertes, pero todos están solos en esta locura, y luego vuelven a sus casas con el botín bajo el brazo, y discurren sobre su círculo de amistades y hacen cábalas sobre de quién recibirán regalos y quedan a la noche unos con otros y comen y beben y engordan y recuerdan y beben y vuelven a beber. Y la muerte siempre está ahí, esperándolos, observando altiva como chocan y compran y amasan, como disfrutan los hombres sus cosas. No piensan en nuestra obsolescencia programada, ni en la cada vez más corta vida de los juguetes, los artilugios, las modas. La gente es extraña cuando eres extraño para ellos. 

Leí azarosamente en año nuevo la página de un libro de Nietzsche que recordaba que Pascal odiaba una frase de Montaigne, buena almohada es la duda para una cabeza bien equilibrada, y me dejó pensando sobre la razón del equilibrio y sobre lo mucho que dudaban los sabios y en la gran consideración que se tenían a sí mismos. Yo tengo muchas dudas y ya no sé cuántas certezas. Pero estoy casi seguro de que la humanidad persistirá, tal y como es, pese a la muerte y su ciclo. 

He leído que un hombre ecuatoriano ha muerto. Este hombre había engendrado noventa y seis criaturas con cuarenta mujeres distintas según informaba una periodista desde Quito. Muchas mujeres anhelan un marido. Muchos hombres quieren ser casanova. Solo algunos pueden. Creo que es cierto que la vida no es un juego y que es mejor no hacer daño a las personas. También es cierto que hay quien no se toma estas certezas demasiado en serio. Es cierto que allí de donde uno viene existen espacios recónditos donde poder estar solo y oxigenar el pecho por gris que se encuentre. 

Los asesinos cargan con sus crímenes para siempre; de eso también estoy seguro. Y de que cada vez se comparte menos y de que no se deben pisotear las flores. Los mañanas pronto son ayeres, y cuanto más viejo se hace uno, más pesado se hace volver a empezar. Por lo demás, me siento puesto en dudas. Si me preguntas sobre algo no sabré qué responder. Los sabios dudaban porque debían. Yo lo hago porque ya se ha ido otra navidad.

viernes, diciembre 03, 2010

Hace tiempo

Hace tiempo tuve una casa,
tuve un hogar.
Hace tiempo tuve amistades.
Inenarrable compañía.
Hace tiempo tuve familia,
un refugio, una caricia,
un plato de sopa.
Hace tiempo tuve un amor...
Hace ya mucho tiempo
de todo aquello.

martes, noviembre 30, 2010

Rebelde

En un vuelo a Barcelona
he leído yo una revista
masculina.
Se anunciaban
marcas
de ropa
y cosas
de moda,
relojes, éxito,
tecnologías.
Casi todas
marcas
para mí
desconocidas.
No me ha vencido la congoja.
Me ha nacido una sonrisa.
Me la sudan
las tendencias
y las cosas
aburridas
de los hombres
de las revistas,
y sus constrictores
horarios de oficina.
Soy un rebelde.
He perdido
las formas,
la sumisión,
las jerarquías.
No tengo casa,
No tengo moto,
Ni hipoteca ni botín.
Eso sí
No soy Siddharta
No soy Jim Morrison
Ni soy Steve McQueen.

jueves, noviembre 18, 2010

Hombre de Hoy

Hombre de Hoy,
Yo, como Tú soy.
Comparto tus hambres
Hombre de Hoy,
tu aire, tu cielo, tu suelo
son los míos, Hermano.

Tú y Yo sudamos
en vagones hacinados
donde a penas nos miramos.

Tú y Yo pensamos
en paraísos malgastados,
en las dichas del pasado.

Tú y Yo soñamos
con un mundo mejorado
con un futuro optimizado.

Pero poco hacemos
Hombre de Hoy.
Hemos de reconocerlo.

Poco hacemos
los otros por los unos,
los unos por los otros.
Preferimos tocarnos
los cojones,
no tenemos linaje de Escipiones.

Pero de noche
Hombre de Hoy...
¡Ay, de noche! Amigo.
Tú y Yo tenemos claro
que de la Vida
la Noche es la mitad mejor.

De noche nos liberamos,
nos deseamos, buscamos
y bienhallamos.

De noche a nuestros vástagos
con pasión mayor
engendramos.

De noche los poetas
nuestros más bellos versos
alumbramos.

De noche a los difuntos
y sus difusas presencias
invocamos.

Noctívagos somos
mi Hermano,
y no negaré más
el hecho cierto, 
Hombre de Hoy.
Yo, como Tú soy.

jueves, octubre 21, 2010

The Time is always Now

Marcelo solía decir que lo que no hayas hecho antes de los treinta no lo harás ya nunca. Cada vez que escuchaba aquel parlamento, imaginaba que el Flaco había esbozado a lo largo de su trayectoria alguna suerte de santuario mental en el que la unidad temporal que constituían las tres primeras décadas de una vida representaba el límite más allá del cual resultaba bastante chungo sumar atributos y capacidades a la amalgama que los loqueros, con despreciable apetito comercial, gustan llamar personalidad. Si he de ser sincero la tesis no me convence (he leído últimamente a cerca del Transhumanismo), más no negaré que experimenté una curiosa sensación de vértigo cuando mi amigo vituperaba a nuestro Apoderado con semejante diatriba cuando, asumiendo esa posición de hermano mayor que nunca tuvo en su casa, le emplazaba a abandonar esa inclinación de Antón a masturbarse mentalmente sin parecer entender que en la práctica, para que la erección termine, hay que ensuciarse las manos. El creador siempre se ensucia, hasta las trancas.

Así era Marcelo. Nuestro referente sin haber querido serlo. Suelo recordarle que fue la primera persona con la que contacté cuando me mudé a Madrid, aunque he de admitir que se lo reconozco, por encima de todo, a modo de título personal. También por indicación de mi médico, pues sigo a rajatabla las prescripciones del Doctor Chinaski.

Marcelo celebró el día dieciocho sus treinta años en un bar de Lavapiés, La Mancha en Madrid, y sin ánimo de menoscabar el fervor castellanomanchego del antro, La Mancha se me antojaba el símil más acertado para realizar un diagnóstico psicológico de algunas de las pobres almas que ayer acudimos a celebrar a nuestro amigo. Marce cumplía treinta y allá estaban la Flores y la Puertas y Aitana y Tere, qué cuatro macizas, la mitad de los imbéciles de esta ciudad no jugará en la vida con mujeres de esta liga. Vino Xime, la hermana del cumplidor, a la que hacía tiempo no veía. Estaba cansada, pero no hubiese faltado ni bajo llamamiento del cuerpo diplomático. No faltó el Punti, el percusionista con más talento de su generación, ni su séquito, con May a la cabeza. Ni faltaron las pirbull, Raqui y Mercedes, el futuro del flamenco en este país. Se me agolparon demasiados momentos, difícilmente admisibles para mi corazón en horas bajas. Aquello era un evento de gente con clase, de esa que escucha cuando le hablas y que no te regatea una sonrisa. Vinieron Alma y Julio y me alegraba de verlos. Ellos eran quienes más veces compartían el sagrado momento del desayuno con el Flaco. Las niñas de Humanidades y los Amigos de las Bicis y su uno por venir. Lucas y Sare, nuestro fichaje estrella serbio, algo de talento para el Club de Baloncesto Lavapiés (aunque el señor Sartori tenga sus dudas). Y cómo no, Ro y Currito, Fran, Alina y un servidor. Algunos de los más manchados de todos. Me sorprendió la aparición de Evita Caviar y su maromo, y yo me cuestionaba aterrado si seré capaz de estar a la altura de una exrelación adulta.

Miré al Flaco. Disfrutaba. No había duda de que era inteligente del modo más social. Un hidalgo moderno de singular figura. Me preocupaba saber, si en este señalado día, pudiera sentirse abatido en modo alguno por aquel tajante axioma cronológico. Sin embargo, algo me decía que Marcelo no echaba en falta ningún tipo de concreción profesional o creativa el día que el calendario le dijo que hacía treinta años que sus pamperos padres le regalaron el mundo. Marcelo, igual que otros que estábamos allí, igual que tantos que allí no estaban, tenía diferentes anhelos. Anhelos relacionados con la más ineludible mancha que tiñe con imborrable cromatismo la personalidad de todo ser humano. No hay genio o mediocre inmaculado. Así Alina Lakitsch, cuya vigorosa intelectualidad se tambaleaba con cadencia de metrónomo desde que se aficionó a jugar a los videojuegos. Semejante talento. Tanta personalidad ora espoleada ora devastada por la experiencia amorosa. Si algo necesita este anodino país para salir del hoyo es un plan nacional contra el desengaño. Hay tantas mujeres y hombres que se pierden y perderán por culpa del amor. Tenemos que hacer algo. Encerrar a este perro del infierno.

Marcelo no podía decir con sus treinta recién estrenados que nunca se hubiese enamorado. Yo tampoco. Quién, maldito fuera. Allí todos éramos, a nuestra manera, amadores desdichados. Eso sí, a costa del propio caudal. Déjanos en paz Amor tirano; qué malestar. He leído por ahí que el amor se trata de puro instinto de supervivencia. De mala vivencia diría yo. La gente se enamora, cualquier día, a cualquier edad, y ya esa sensación no los deja tranquilos, bien por su ausencia, bien por su presencia, el resto de sus vidas. Será verdad. Será que esta droga más potente que el opio nos ayuda a tirar hacia delante al tiempo que es potencialmente capaz de provocarnos un cuelgue tal, que lleguemos a perder el rumbo de nuestra propia existencia.

En La Mancha fuimos quedando pocos. Una mujer entró pidiendo limosna, y no me dio ni las gracias cuando, feliz como me encontraba después de la cita con mi terapeuta entre risas y bloody maries, se me ocurrió regalarle unos céntimos. Me negué a sentirme mal porque ella no comulgara con el buen rollo que había en la atmósfera de aquel bar. Aún nos quedan pretemporadas, Gordo, me decía el Flaco. Al final quedamos los de siempre y pedimos unas últimas cervezas. Al salir del bar, sentimos el aliento del otoño que nos invitaba a retirarnos al calor del hogar. Despedimos a Ro, no sin antes maquinar un plan perfecto para el fin de semana que incluía a algunas de las amigas con las que habíamos estado. Nos abrazamos y puedo decir que me pareció ver bien a Marcelo a sus treinta octubres. Él era un gran tipo. Qué más podía pedirle a la vida. Curro, Fran y yo marchamos a casa en taxi, porque tras un guateque de postín, gusta que a uno lo lleven hasta su puerta. Vi alejarse a Marcelo por las callejas del Barrio, con la elegancia de la Pantera Rosa, gozando de su territorio. Me costó creer que en el taxi, aquella preciosa noche de otoño, pudiera estar cantando Sinatra.

miércoles, octubre 20, 2010

Café cortado

A las 14:48 del 20 del 10 del 2010,
en plena digestión,
una urraca vocinglera y obesa
me ha hecho regurgitar la milanesa
del almuerzo al aparecerse,
negruzca, en la ventana.
(Maldita urraca hija de puta)
No he llegado al baño.
Ha aparecido el jefe y no ha quedado
otra que rumiar el rico filete.
El jefe ha invitado a un café
para contarme su viaje a Nueva York.
He aguantado la cháchara,
asintiendo estoicamente,
sintiendo como los trozos de filete
se deshacían en el café laxante.
Ahí estaba él.
Feliz con su dinero, su hijo, su viaje,
su elegancia, su amante y su mujer.
Ahí estaba yo.
Triste y sin un duro,
sin hijos, ni viajes, ni amores, ni amantes,
sin una idea en la que creer.
Al rato el jefe se ha marchado
y he podido ir a devolver.
Con la cabeza metida en la taza del váter
Dios me ha iluminado:
¡Eh, FRACASADO!
Límpiate bien la boca
y purifica tu espíritu con amoniaco.
Tienes tiempo para reintentarlo,
aún no ha llegado tu hora,
pero reza; reza y deja
ese asqueroso café.

martes, octubre 12, 2010

The Humbling

"No hay nada que tenga una buena razón para ocurrir -le dijo al doctor aquel mismo día-. Pierdes, ganas...todo es caprichoso. La omnipotencia del capricho. La probabilidad del cambio total. Sí, el impredecible cambio total y el poder que tiene."

Philip Roth

miércoles, septiembre 15, 2010

Gazpacho soup

Hoy has vuelto
a preparar gazpacho.
He sacado los tomates
rojos,
el verde pimiento
y el también verde pepino.
Los he lavado,
pelado,
posado en la encimera para ti.
Me has distraído.
En el sofá leías una carta.
Era de Jean, tu amiga.
Me gusta verte
sonreír de esa manera.
Me has dejado leer su poema
y no he entendido
un pimiento.
(debo practicar mi inglés)
Parece ser que también
llega el otoño a Nueva York.
Has terminado
el gazpacho
y hemos cenado.
A día de hoy
no me he enterado
cómo
se hace el gazpacho
de Harlem.
(y digo amén)

martes, septiembre 14, 2010

POEMA concupis20

Puedo escribir los versos más cerdos esta noche.

Escribir, por ejemplo: “que mi polla está baldada
y me palpita el glande por encima del pellejo”.

La salazón de tu coño gira en el cielo y canta.

Podría escribir guarradas de ese palo.
Yo la lamo, y a veces ella me lame.

En las noches como ésta en que era tuyo mi badajo.
La follé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella arriba, a veces arriba yo también.
Cómo no haber mamado de sus pezones ricos.

Puedo escribir los versos más cerdos esta noche.
Curtirme bien el miembro en cien chatrooms filipinos.

Hendir tu coño inmenso, más inmenso que el otoño.
El poema de mil guarras que no se vinieron conmigo.

Qué importa que dos veces no pudiera engañarla.
Mejor un mal polvo que mil pajas, opino.

Eso no es todo. Aún tengo ganas de guasa. Aún tengo.
Mi rabo nunca descansa hasta quedarse escocido.

Acércatela a la cara y ponme cara de puta.
Yo sé que eso te gusta, y a mi tus tobillos finos.

Voy a eyacular hasta blanquear los mismos árboles.
Folladas como las de entonces, se recuerdan mejor con vino.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Me gustaban las fulanas con clase y amantes del fetichismo.

Y ahora andarás con otros, como antes con el que escribe.
Obsesionada con los rabos grandes y con ese pedazo mojino.  

Ya no la quiero, es cierto, pero sí a sus agujeros.
Es tan corto un orgasmo, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta en que era tuyo mi badajo,
me anestesio el alma a pajas hasta quedarme dormido.

Que me perdonen los míos y que lo haga Neruda,
y que éstos no sean los últimos versos que yo escribo.