Cavilaba bajo la silueta de enormes hojas de árbol color bombilla, el tercero de enero, con el culo frío por el mármol que es banco frente a las letras doradas incrustadas en los adoquines que firma Nicolás Fernández de Moratín, en la agradable calle de Huertas. También mata la muerte en las fiestas cristianas. También dan las iglesias misas de difuntos en navidad, y allí van los que nos quisieron a despedirse y algunos piensan - qué jodidamente corta es la vida y que solo se muere uno-.
Las hordas invaden el centro de la ciudad amasando cosas y más cosas, y plástico y papel, y se chocan unos con otros y se insultan y creen ser fuertes, pero todos están solos en esta locura, y luego vuelven a sus casas con el botín bajo el brazo, y discurren sobre su círculo de amistades y hacen cábalas sobre de quién recibirán regalos y quedan a la noche unos con otros y comen y beben y engordan y recuerdan y beben y vuelven a beber. Y la muerte siempre está ahí, esperándolos, observando altiva como chocan y compran y amasan, como disfrutan los hombres sus cosas. No piensan en nuestra obsolescencia programada, ni en la cada vez más corta vida de los juguetes, los artilugios, las modas. La gente es extraña cuando eres extraño para ellos.
Leí azarosamente en año nuevo la página de un libro de Nietzsche que recordaba que Pascal odiaba una frase de Montaigne, buena almohada es la duda para una cabeza bien equilibrada, y me dejó pensando sobre la razón del equilibrio y sobre lo mucho que dudaban los sabios y en la gran consideración que se tenían a sí mismos. Yo tengo muchas dudas y ya no sé cuántas certezas. Pero estoy casi seguro de que la humanidad persistirá, tal y como es, pese a la muerte y su ciclo.
He leído que un hombre ecuatoriano ha muerto. Este hombre había engendrado noventa y seis criaturas con cuarenta mujeres distintas según informaba una periodista desde Quito. Muchas mujeres anhelan un marido. Muchos hombres quieren ser casanova. Solo algunos pueden. Creo que es cierto que la vida no es un juego y que es mejor no hacer daño a las personas. También es cierto que hay quien no se toma estas certezas demasiado en serio. Es cierto que allí de donde uno viene existen espacios recónditos donde poder estar solo y oxigenar el pecho por gris que se encuentre.
Los asesinos cargan con sus crímenes para siempre; de eso también estoy seguro. Y de que cada vez se comparte menos y de que no se deben pisotear las flores. Los mañanas pronto son ayeres, y cuanto más viejo se hace uno, más pesado se hace volver a empezar. Por lo demás, me siento puesto en dudas. Si me preguntas sobre algo no sabré qué responder. Los sabios dudaban porque debían. Yo lo hago porque ya se ha ido otra navidad.
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