viernes, septiembre 19, 2008

Conversaciones I

Tengo la extraña sensación de que todas las demandas que me asaltan respecto a mi vida no son más que un cliché pautado, la más sofisticada forma de esclavismo. Tienes que estudiar, estudiar y estudiar, y volver a estudiar para estar preparado; una vez lo estés deberás volver a estudiar y especializarte y devolver a la Matriz todo lo bueno que ella te ha dado. No te tuerzas, y si lo haces ten esto presente, pues correrías el riesgo de ser un apestado. Eres libre de serlo, pero es objetivo que nadie desea ser un apestado.
Es ahí cuando sientes ser esclavo de ti mismo, de la verdad central heredada por los siglos de los siglos, de la moral y las expectativas que vertebran tu verdad y que te azotan como un látigo cuando osas explorar la oscuridad de tu corazón y que intuyes en todos los otros. Llegados a este punto, comienzas a ver y escuchar y te yergues para aprender a andar, siempre sólo, pues se camina en soledad aún cuando hay otros a tu lado o asidos de tu mano, y empiezas a entender qué es ser un hombre, no más o menos, mejor o peor, mediocre o brillante, un hombre nada más. Hombre de caña que piensa, ríe y ama, come, calla, durme, llora y caga y que, como cualquier otro, terminará. Perdiendo exactamente lo que todos y cada uno de los hombres pierden al terminar.

Yo hace un tiempo sentí ésto y ahora te lo digo a tí, amigo, que eres al menos tan consciente como yo de lo que ocurre.

martes, septiembre 09, 2008

Sturm

Cántame de nuevo flaca
en esta noche de tormenta.
Qué no me duerma ya jamás
sin el son vivo de tu voz negra.

Dime esa nanita caribeña,
oda santa de azúcar de caña.
Dímela allí desde tu tierra
que llegas, suenas, canta.

Esta noche no habrá guerras
se oxidarán todas las armas,
ni miedo habrá a la tormenta
en New York o en Casablanca
en Sevilla o en Cartagena
porque eres tú la que canta.