A las 14:48 del 20 del 10 del 2010,
en plena digestión,
una urraca vocinglera y obesa
me ha hecho regurgitar la milanesa
del almuerzo al aparecerse,
negruzca, en la ventana.
(Maldita urraca hija de puta)
No he llegado al baño.
Ha aparecido el jefe y no ha quedado
otra que rumiar el rico filete.
El jefe ha invitado a un café
para contarme su viaje a Nueva York.
He aguantado la cháchara,
asintiendo estoicamente,
sintiendo como los trozos de filete
se deshacían en el café laxante.
Ahí estaba él.
Feliz con su dinero, su hijo, su viaje,
su elegancia, su amante y su mujer.
Ahí estaba yo.
Triste y sin un duro,
sin hijos, ni viajes, ni amores, ni amantes,
sin una idea en la que creer.
Al rato el jefe se ha marchado
y he podido ir a devolver.
Con la cabeza metida en la taza del váter
Dios me ha iluminado:
¡Eh, FRACASADO!
Límpiate bien la boca
y purifica tu espíritu con amoniaco.
Tienes tiempo para reintentarlo,
aún no ha llegado tu hora,
pero reza; reza y deja
ese asqueroso café.
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