Puedo escribir los versos más cerdos esta noche.
Escribir, por ejemplo: “que mi polla está baldada
y me palpita el glande por encima del pellejo”.
La salazón de tu coño gira en el cielo y canta.
Podría escribir guarradas de ese palo.
Yo la lamo, y a veces ella me lame.
En las noches como ésta en que era tuyo mi badajo.
La follé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella arriba, a veces arriba yo también.
Cómo no haber mamado de sus pezones ricos.
Puedo escribir los versos más cerdos esta noche.
Curtirme bien el miembro en cien chatrooms filipinos.
Hendir tu coño inmenso, más inmenso que el otoño.
El poema de mil guarras que no se vinieron conmigo.
Qué importa que dos veces no pudiera engañarla.
Mejor un mal polvo que mil pajas, opino.
Eso no es todo. Aún tengo ganas de guasa. Aún tengo.
Mi rabo nunca descansa hasta quedarse escocido.
Acércatela a la cara y ponme cara de puta.
Yo sé que eso te gusta, y a mi tus tobillos finos.
Voy a eyacular hasta blanquear los mismos árboles.
Folladas como las de entonces, se recuerdan mejor con vino.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Me gustaban las fulanas con clase y amantes del fetichismo.
Y ahora andarás con otros, como antes con el que escribe.
Obsesionada con los rabos grandes y con ese pedazo mojino.
Ya no la quiero, es cierto, pero sí a sus agujeros.
Es tan corto un orgasmo, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta en que era tuyo mi badajo,
me anestesio el alma a pajas hasta quedarme dormido.
Que me perdonen los míos y que lo haga Neruda,
y que éstos no sean los últimos versos que yo escribo.