miércoles, julio 21, 2010

Amor primigenio

Bruno se despierta un domingo recibiendo una felación insondable y sincera, carente en apariencia de cualquier ánimo de lucro; termina y entre somnoliento y extasiado se acerca al salón, donde descubre tres cuartas partes del canuto de tila que a penas había chupado poco antes de acostarse la noche anterior; lo enciende y sirve dos vasos largos de zumo de maracuyá, le da duro al canuto y vuelve a dejarlo en el cenicero. Regresa a la grisácea oscuridad del cuarto, con los dos vasos y el rabo aún palpitante, y luego de refrescarse la garganta, la amante decide que ninguno debe estar aún satisfecho. Bruno se siente joven cuando una mujer es capaz de levantársela de semejante manera dos veces seguidas en el intervalo de diez minutos, Bruno se sabe enamorado. Posee a su compañera que se dejaría hacer cualquier cosa, sin paular ni maular, y no piensa, sólo improvisa la cadencia sudorosa de la improbable, pero persistente en el intento, simbiosis de sus dos cuerpos. No son las diez de la mañana y Bruno ya ha eyaculado dos veces, y no le falta nada de nada en las cuatro horas siguientes que se regala de sueño, ya follado, ya fumado, ya hidratado, yacente junto a una mujer escultural capaz de disfrutar más que él mismo cuando llega el momento de sacarle hasta la última gota de vida. Una mujer que te quiere te la pone más dura y gorda de lo que tú sabías era capaz de ponérsete. Esto es el amor.

1 comentario:

A.- dijo...

Qué bien nos sienta la tercera persona!
Excelente, Harry, excelente!