jueves, septiembre 03, 2009

La presencia

Dices mi amor - el pasado no existe- y me escucho en tus palabras. Me planteo la semántica del verbo. Existir. Me asalta la taquicardia de los textos, la incesante inspiración de las referencias: son por lo general ánimas extrañas que viven en las letras; existen en compilaciones arbóreas, hoy también cibernéticas, en 26 caracteres y signos de puntuación. Transfigurados me alcanzan los filósofos no existentes pero sí presentes, como el hombre ucraniano al que una suicida mata al tirarse de un octavo en Barcelona, ridículamente ya inexistente; como la asolada presencia de un seísmo en Yakarta, devastador pese a lo efímero de su existencia. Observo las dos fotografías de mi madre capturadas hace más de 20 años, de mi madre con el significante hermoso de la juventud, una cáscara de un pasado que fue presente y que cuelga de mi pared. Dice Punset, - no sabemos si el tiempo existe, pero si sabemos que nos deteriora – Vuelvo a la mirada densa de mi madre y su apacible indiferencia me inquieta. Jamás la vi así, más existe rectangularmente, en un perecedero soporte que contiene un carnaval de significados. Pesado pasado pesado. La aliteración me oprime el pecho de un modo físico: el pasado no existe, pero está presente. Pienso en mi pasado, en el pasado de mi madre, y en el pasado de su pasado, y reparo en la inquebrantable presencia de la memoria. La existencia está sobrevalorada; no es más que un dolor de piernas y la reiteración de la rutina fisiológica. Es absolutamente nuestra - creo en eso -, pero en la propiedad está su límite. En cambio, nuestra presencia se proyecta más allá de nuestra propia vida pues no nos pertenece; está atomizada en cada uno de aquellos para los que somos o hemos sido alguien, del mismo modo que guardamos con nosotros una porción de sus presencias, con mayor o menor ánimo de lucro. Si la existencia se da hasta una fecha, la presencia soslaya la violencia simbólica del tiempo calendario y las kilométricas murallas de la geografía. Ni siquiera la Parca deshila la red mística que se hilvana con la bobina de la vida propia.


Se existe hasta un momento, como un momento duran el orgasmo o la victoria. Hace una década llegó ese momento para mi abuelo, un hombre que me enseñó el inenarrable placer que habita oculto en la generosidad. Era mi abuelo un señor y un caballero, aunque es más que probable que se encontrara a lo largo de su vida con situaciones que le hicieron cuestionarse su gallardía. No importa. Su presencia, al menos como alcanzo a recordarla, me era devuelta tal y como yo la sentía al ver su reflejo en los ojos de otros. Abuelo querido, qué caudal humano el tuyo, qué destello saberme tu prole.


Recuerdo la última tarde de mi abuelo. Yo le miraba tumbado en el sofá y él contemplaba la luz en el cielo que acariciaba su cara triste, coloreándola con el pigmento ocre de su Maestranza adorada. Me dijo algo, y pasé mi mano sobre su solemne calva. Me irritó la escasa capacidad de síntesis de la existencia, su absoluta inutilidad a la hora de transmitir la verdadera dimensión de una persona. No supe que esa había sido la última tarde con mi abuelo hasta la mañana siguiente. Abruptamente tomé conciencia de la finitud de la carne, y entendí nuestra fortuna como hombres al trascender como seres pluripersonales: la muerte no sesgó la vigencia de mi abuelo ni su torería. Dices mi amor, - el pasado no existe -; puede, pero el pasado es presente.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy bonito gordo, un buen tributo, si señor. Desde luego tu abuelo permanece no únicamente en tí, si no en cada una de las personas que tuvimos la suerte de conocerlo. Yo aún puedo sentirlo, lo puedo ver sentado al volante de su coche llevándonos a jugar al baloncesto cargados con un saco de balones. Y eso era amor, ten por seguro que era amor a su nieto. Y que mejor que el sentimiento para encerrar el pasado en el presente de nuestra conciencia y llevarlo con nosotros hasta que seamos pasado.

Juan dijo...

Lo leo y lo releo.Me conmueve cada vez mas. Que grande eres Gordo, un abrazo desde Kalifornia.