jueves, junio 07, 2007

Analectas

El prejuicio más arbitrario es que al hombre le esté negada la facultad de ser fuera de sí, de ser con conciencia más allá de los sentidos. El hombre puede ser a cada instante un ser suprasensorial. Sin esto no sería un ciudadano del mundo, sería un animal. En verdad, el discernimiento en este estado, el encuentro de sí mismo, es muy difícil, ya que está unido tan incesante, tan necesariamente con el intercambio de nuestros restantes estados. Cuánto más conscientes, empero, podemos ser de este estado, tanto más vivaz, poderosa, satisfactoria es la convicción que surge de ello; la fe en genuinas revelaciones del espíritu. No es un contemplar, oír, sentir, está compuesto por los tres en su totalidad, es más que la totalidad de los tres, una sensación de inmediata certeza, una visión de mi vida más propia y más verdadera, los pensamientos se transforman en leyes, los deseos en realizaciones. Para el débil es el factum de este momento un artículo de fe.

Sorprendente se torna la visión, especialmente al observar algunas figuras y rostros humanos, sobre todo al divisar algunos ojos, algunos gestos, algunos movimientos, al oir ciertas palabras, al leer ciertos lugares, en ciertos respectos de la vida, el mundo y el destino. Muchas casualidades, algunos sucesos naturales, particulares estaciones del año y horas del día nos ofrendan experiencias semejantes. Ciertos estados de ánimo son especialmente propicios a tales revelaciones. La mayoría son instantáneos, pocos se detienen, los menos permanecen. Aquí hay mucha diferencia entre los hombres. Uno tiene más capacidad para la revelación que el otro. Uno más sentido, el otro más entendimiento para la misma. Éste último permanecerá siempre en su luz tenue, mientras que el primero sólo tiene iluminaciones esporádicas, pero más claras y diversas. Esta facultad es también capaz de enfermar, enfermedad que denota o bien profusión de sentido y carencia de entendimiento, o bien profusión de entendimiento y carencia de sentido.

1 comentario:

Unknown dijo...

It certainly seems like an illness, an affliction, though a beautiful one - that peculiar knowing rather than understanding that often belongs to poets. Last week I read in a poem that poets are only famous to each other; perhaps that's because only they share those visions, those revelations.