Tengo la extraña sensación de que todas las demandas que me asaltan respecto a mi vida no son más que un cliché pautado, la más sofisticada forma de esclavismo. Tienes que estudiar, estudiar y estudiar, y volver a estudiar para estar preparado; una vez lo estés deberás volver a estudiar y especializarte y devolver a la Matriz todo lo bueno que ella te ha dado. No te tuerzas, y si lo haces ten esto presente, pues correrías el riesgo de ser un apestado. Eres libre de serlo, pero es objetivo que nadie desea ser un apestado.
Es ahí cuando sientes ser esclavo de ti mismo, de la verdad central heredada por los siglos de los siglos, de la moral y las expectativas que vertebran tu verdad y que te azotan como un látigo cuando osas explorar la oscuridad de tu corazón y que intuyes en todos los otros. Llegados a este punto, comienzas a ver y escuchar y te yergues para aprender a andar, siempre sólo, pues se camina en soledad aún cuando hay otros a tu lado o asidos de tu mano, y empiezas a entender qué es ser un hombre, no más o menos, mejor o peor, mediocre o brillante, un hombre nada más. Hombre de caña que piensa, ríe y ama, come, calla, durme, llora y caga y que, como cualquier otro, terminará. Perdiendo exactamente lo que todos y cada uno de los hombres pierden al terminar.
Yo hace un tiempo sentí ésto y ahora te lo digo a tí, amigo, que eres al menos tan consciente como yo de lo que ocurre.